Por el tamaño de mi barriga, las apuestas decían que saldrías mucho antes de la fecha límite. De espaldas parecía no estar embarazada, y de perfil parecía llevar gemelos. Once días después de la fecha límite te desahuciamos. Lo siento, hijo, pero queríamos verte, tenerte en nuestros brazos y, sinceramente, yo no aguantaba más los veintidós kilos de más que llevaba encima. Cuando conocí a tu padre descubrí la perfección, bueno, la «casi» perfección. La perfección es tu mamá :D. Tú has hecho que esa perfección sea redonda, porque el plano más estable es el formado por tres puntos. Y eso que tu madre no llevaba bien la geometría, pero algo todavía recuerda.
Desde el primer momento nos mostraste que te hemos pasado los genes buenos, y que estos también son mejorables. Nos has privado de escuchar palabras torcidas con acento divertido. Te lo perdonamos. Has empezado a hablar pronunciando perfectamente todas las palabras, en los tres idiomas que hablas con dos años y medio. Un día llegarás a hablar siete idiomas como tu mami, o no. Es decisión tuya.
Eres una bendición. Es difícil encontrar las palabras para expresar exactamente lo mucho que te quiero y lo especial que eres para mí.
Quiero que aprendas a valorarte lo antes posible. A que seas honesto. A ayudar a los demás. A creer en ti mismo y a crear todo lo que te llene. Tienes mucha bondad dentro de ti y el valor para hacerlo. Encuentra tu voz interior y tu propósito. Aprender a dar y a recibir, especialmente amor. Te mereces ser querido.
Te quiero, hijo mío!